domingo, 21 de agosto de 2011

de cada problema una oportunidad



Recuerdo que un muy buen amigo me enseño a pensar de esta forma, me decía:
-WOW, que día… tengo muchos problemas, de inmediato se quedaba callado y con los ojos clavados en el horizonte, como meditando, después de unos segundos que parecían eternos, como cuando se tiene una buena idea en la mente, rectificaba, no, no tengo muchos problemas, he tenido muchas oportunidades de aprender cosas nuevas y si que las estoy aprovechando.

Me sorprendía que en tan pocas palabras lograra resumir una enseñanza tan grande como todo un filosofo, aun ahora lo recuerdo y me sorprende, palabras no de una sabiduría nueva, que va… muchos ya lo habían dicho antes; que los problemas se deben de ver como oportunidades, pero todos lo olvidan y se frustran con la cosas sin importancia.

Ahora que mi amigo ya no está  vivo, comprendo que en el poco o mucho tiempo que paso en mi vida me enseño una gran lección, algunos viven mucho tiempo y no hacen nada bueno, pero el que vivió muy poco me dejo ese gran mensaje que recordé gracias a este genial editorial que quería compartir en mi blog, editoriales así dan gusto leer, un llamado a los que escriben, ya sea que escriban cosas tan grandes como mensajes en el fb o twitter o cosas tan pequeñas como las obras de más de 100 páginas, dejen de quejarse tanto y aprendan a enseñar con ese recurso tan preciado de la escritura… 

José María Sifontes*
La crisis económica de los Estados Unidos y de Europa, los conflictos entre la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y la Asamblea Legislativa en El Salvador, y otros sucesos de relevancia local e internacional, con todo lo negativo que se les pueda achacar y con todo el riesgo que implican, al menos tienen una parte positiva: han servido para que nosotros, los simples mortales de la llanura, aprendamos un poco de Economía, de Política y de Derecho.Hasta hace unos pocos años nada sabíamos de burbujas económicas, de la función de la Reserva Federal de los Estados Unidos, de los "commodities", y cuando oíamos hablar de "Standard & Poors" pensábamos que tal vez se trataba de una marca de aceite para carros.
Hoy estamos mejor ilustrados, sabemos que la Reserva Federal influye en las tasas de interés, que un solo comentario de Ben Bernanke puede afectar significativamente la Bolsa de Valores, y cuando nos preguntan del Dow Jones ya no contestamos que preferimos a otros cantantes. Gracias a la crisis por las clases gratis de Economía.
En los temas de Derecho tal vez no estábamos tan perdidos, algo habíamos escuchado por ahí. Pero para ser sinceros también hemos aprendido bastante. Antes sólo los abogados sabían cómo se votaba en la Sala de lo Constitucional, y muchos ni siquiera sabían que dicha Sala existía. Ahora ya cualquier parroquiano habla de "habeas corpus", de artículos pétreos y de tratados internacionales. Hoy, de cualquier transeúnte se escucha decir, con la misma naturalidad con que pide un agua de coco: "ese decreto no es aplicable".
Se ha aprendido. Los abogados van perdiendo esa aura de misterio y resulta más difícil que nos confundamos con su enredada jerga legal y que nos den garabato.
En conocimiento de Política también hemos avanzado. Quizás más que de Política hemos aprendido de los políticos. Hemos desarrollado un sentido del olfato que nos permite saber sus intenciones aunque traten de disfrazarlas. Intuimos sus objetivos no declarados y hemos aprendido a leer entre líneas.
Aunque reconocemos en algunos de ellos virtudes sabemos que a otros lo único que les interesa es sobrevivir después de las elecciones.

Sólo hay algo que nunca sabremos, que incluso ni los más agudos estudiosos del comportamiento humano comprenden, y es la forma en que desarrollan esa inmunidad a las críticas que hace que nada les dé pena.
En fin, con tanta cosa que sucede en el mundo y en El Salvador, los que no somos ni políticos ni abogados ni economistas hemos aprendido y estamos más al tanto de las cosas. Y como los salvadoreños somos atrevidos ya se nos ve hablando de estos temas con tal autoridad, como si hubiéramos crecido en los callejones de Wall Street, aprendido a leer en los Códigos o estudiado con los Chicago Boys.

Pero, sin quitar ese atrevimiento, tampoco éramos tan ignorantes como para decir que nada entendíamos. Algo sabíamos, tal vez no del índice Nasdaq, de superaciones de vetos o de recusaciones, pero algo sabíamos. Nos lo había enseñado la experiencia y el sentido común.

Sabíamos, por ejemplo, que no hay almuerzo gratis, que sólo trabajando se puede progresar, que no se debe gastar más de lo que se recibe, que no debemos atenernos a las promesas de los demás, y que son las empresas y no los políticos los que crean fuentes de empleo y riqueza.

*Médico psiquiatra y columnista de El Diario de Hoy.


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