sábado, 5 de marzo de 2011

No vasta con creer.


Estoy leyendo un libro llamado Hermano rico, Hermana rica y encontré una historia muy interesante que tenia que compartir con ustedes, es muy interesante, espero que les guste:
Hubo una vez un hombre que se detuvo con su bicicleta a un lado de las Cataratas del Niágara. La gente se reunió a su alrededor cuando dijo: “Voy a cruzar las cataratas en mibicicleta. Atravesaré al otro lado andando sobre este cable de acero que llega hasta allá”.
De la multitud surgieron exclamaciones de asombro.
“¡Que Peligroso!”, dijo una joven.
“Por favor, no arriesgue su vida”, suplicó otra mujer.
“Esta ustede loco”, dijo un viejo. “Se va a matar”.
“Sé bien lo que hago”, confirmo el hombre al subir a su bicicleta.
Comenzo a pedalear lentamente sobre el cable. Oscilaba y se balanceaba a sólo unos metros de las furiosas cataratas. Bastaba resvalarse para que muriera. La multitud esperaba jadeante. El hombre llegó al otro lado, volteó la bicicleta y pedaleó de regreso. En cuanto estuvo de vuelta, la multitud se abalanzó sobre él. Muchos dijeron: “Sabiamos que podía hacerlo, teníamos fe en usted”.
“¿Quieren que lo haga de nuevo?”, pregunto con una gran sonrisa. “Por supuesto”, contesto la multitud. “Creemos en ti”.
“Muy bien”, dijo el hombre. “Como ahora sí creen en mí, ¿quién quiere acompañarme?”
La multitud se quedo en silencio. La gente comenzo a sentirse incómoda. Algunos se fueron. Entonces, de entre la multitud, surgio una vocesita que dijo: “Yo voy contigo”. La multitud exclamó cuando una pequeña niña salió al frente y se ofreció como pasajera. Mientras subia a la canasta de la bicicleta, muchas personas se enojaron aún más.
“¿Cómo se atreve a arriesgar su vida?” dijo alguien.
“Voy a llamar a la policía”, amenazo otro.
Lentamente, el hombre comenzó a cruzar las cataratas en la bicicleta con la niña. Había un silencio sepulcral entre los observadores. Todos respiraron al verlos llegar al otro lado y voltear la bicicleta. Venian de regreso. Cuando estuvieron a salvo sobre tierra firme, la multitud los vitoreó y felicitó a la pequeña por su valor.
“¡Que valiente!”, le dijo una señora a la niña.
“¿No te dio miedo?”, pregunto otra.
“No”, dijo la niña.
“¿Por que no?”, quiso saber otra mujer.
“Por que ese hombre es mi padre”, dijo la pequeña. “No sólo creo en él. También puedo confiarle mi vida”.
La mayoría de la gente cree en Dios, pero muy pocos confian en él. Cuando las cosas se pongan difíciles, ve más allá de solo creer en Dios. Confía en él.

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